Conocida como la Teoría de la Transferencia, revela que el delincuente deja en el lugar de los hechos “su tarjeta de visita”. Esto se debe al contacto entre dos objetos, que es donde se produce una trasferencia de uno a otro, pudiéndose posteriormente estudiar el efecto de tal contacto.
Esto sucede a diario. Por ejemplo: Si dos autos colisionan se produce una transferencia de pintura de uno a otro. Igual pasa entre el casquillo y proyectil con los distintos mecanismos del arma, se produce esta trasferencia de materiales y señales que podrán ser cotejadas con el objeto que las produjo. Esto permite la relación e identificación.
La balística identificativa también apoya sus estudios y conclusiones en que las señales o características varían según las marcas y modelos de las armas.
Es la que estudia las características que imprimen las armas de fuego sobre los componentes no combustibles del cartucho, como son los casquillos y proyectiles
Los primeros casos de identificación de armas de fuego datan del año de 1,835 en Londres. Desde entonces los crímenes han aumentado cada vez más, pero así también los criminalistas han avanzado en la ciencia balística.
Luego que el arma ha sido disparada, existe una amplia variedad de técnicas, métodos y recursos forenses al servicio de los investigadores y peritos. Utilizándolos adecuadamente, pueden dar con la (s) persona (s) responsable (s). Los casquillos y proyectiles disparados; bajo el microscopio revelan la huella balística del arma utilizada. Esta se obtiene mediante la búsqueda que hacen los expertos en las llamadas estrías y campos, para distinguir qué clase de arma fue utilizada para impulsar la bala. Uno de sus parámetros para comparar es determinar la distancia entre los campos o el número de estrías, en cada proyectil.
Con el pasar de los años y las investigaciones realizadas sobre la utilización de las armas de fuego, se llegó a establecer que no hay dos armas que dejen idénticas marcas en la munición empleada. Esto ahora es muy claro, pero para nuestros antecesores fue un largo camino para estar en condiciones técnicas que permitieran individualizar con veracidad científica que arma fue empleada para realizar los disparos en un hecho delictivo.
Un dato interesante de resaltar, es que el primer caso que obtuvo éxito fue en el siglo XIX, donde se logró descubrir al autor de un crimen que se realizó con arma de fuego.
En esa época las armas de fuego eran de haba carga y los tiradores hacían habitualmente mediante un molde o turquesa, sus propios proyectiles, entonces Henry Goddard “un investigador” dedujo que si encontraba el modelo encontraría al asesino.
Al tener esta idea, se empezó a registrar las casas de los sospechosos, y cuando procedía al registro de la vivienda de uno de ellos, al examinar el molde con el que fabricaba las balas de plomo el morador de la misma; pudo observar que en el interior de la turquesa había una pequeña hendidura. Procedió a fabricar un proyectil y al compararlo con el que se extrajo del cuerpo de la víctima pudo ver que los abultamientos de ambas eran idénticos. Esto, ayudó para que el autor confesara su crimen, resolviendo el caso de una forma satisfactoria.
Sesenta años después en Alemania, el médico forense Paul Jeserich, emplea más rigor científico dejando constancia fotográfica al participar como experto, brindando asesoría a un tribunal en un caso sobre asesinato.
Durante el proceso le mostraron a Jeserich un proyectil extraído del cuerpo de la víctima y el revólver propiedad del acusado. Jeserich era partidario de la teoría que afirmaba que el proyectil al recorrer el ánima del cañón y rozar con las paredes internas de éste, a gran presión, sufría una serie de lesiones dejadas por las estrías. Por lo tanto, si se realizaba otro disparo con el arma del criminal, el deslizamiento por el ánima del cañón produciría lesiones en la bala, iguales a las que tenía la extraída al cuerpo de la víctima, siempre y cuando el arma empleada fuera la misma.
Con esta idea realizó un disparo de prueba con el arma decomisada, luego fotografió las dos balas, lo que le permitió observar las lesiones dejadas por las estrías y los campos del ánima del cañón en la "bala testigo". Es decir el proyectil lanzado como prueba, eran idénticas a las que tenía la "bala dubitada", o sea, la bala encontrada en la escena del crimen. Con esto vino a darle mayor prontitud científica a la balística.
Más adelante, en el año de 1917, surge uno de los grandes pioneros de la balística forense, Charles E. Wite, el cual asiste al Presidente de la Comisión de Investigación nombrada por el Gobernador del Estado de Nueva York, que tenía a su cargo revisar una sentencia dictada por un tribunal del condado de Orleans, dentro de un proceso de doble asesinato. Ésta sentencia no era muy convencedora.
La información era como sigue: “El asesinato fue cometido la noche del 21 de marzo de 1915, en una granja en el pueblo de West- Shelby, donde su propietario Charles B. Phelps y su ama de llaves Margarett Walcott fueron asesinados a tiros con un arma calibre 22. Entonces dos empleados de la granja y su cuñado Neldon Green, fueron acusados y condenados en un proceso que no estaba muy claro. Del cuerpo de Charles B. Phelps se extrajeron tres balas del calibre 22, y a Stillow, se le requisó un revolver del mismo calibre. El fiscal del caso contrató a Albert Hamilton, uno de los cuantiosos y poco fiables "expertos" en balística que existían en aquélla época alrededor de los tribunales de justicia de los Estados Unidos ofreciendo sus servicios para asesorar como "técnicos en balística", quienes en la mayoría de los casos se inclinaban a dar la razón a la parte que los contrataba. Esto, no fue la excepción con Hamilton, quien tras inspeccionar el revolver de Stillow y observar mediante un microscopio los tres proyectiles extraídos del cadáver, realizó un dictamen demoledor para los acusados donde argumentaba que junto a la boca del cañón del revolver había una muesca, y ésta misma muesca aparecía marcada en las balas, lo que le sirvió para decir que: "las balas extraídas sólo pudieron haber sido disparadas por el revólver del acusado". Gracias a este dictamen tan mortal como falso, los acusados fueron condenados a la silla eléctrica.
Cuando se procedió a la revisión del caso, la Comisión que había nombrado el gobernador Whitmann, no confiando del dictamen de Hamilton, mandó a efectuar varios disparos de prueba para obtener las balas testigo, que posteriormente fueron mandadas junto con las extraídas, a la compañía óptica Bausch & Lomb, con el objeto de encontrar las muescas que Hamilton dijo que había encontrado.
Cuando se realizó el estudio con los aparatos ópticos más exactos que había en esa época, intentaron localizar las muescas, no siendo capaces de dar con ellas, ni en las balas extraídas del cadáver ni en las que se obtuvieron en los disparos realizados de prueba. Sin embargo se efectuó un importante descubrimiento, tanto en las balas extraídas, como en las de prueba, tenían cinco estrías, pero con una gran diferencia: las estrías del arma de Stillow eran normales y regulares y así se podía apreciar en las balas obtenidas al efectuar los disparos de prueba, pero en las balas extraídas había quedado marcado un campo intermedio de una anchura anormal, el arma utilizada para cometer el crimen tenía un defecto de fabricación que no tenía el arma propiedad de Stillow.
Gracias a esta investigación Stillow fue declarado inocente, pero había ya pasado tres años en prisión esperando morir en la silla eléctrica a causa de un falso informe, de un no menos, falso especialista en balística.
Cuando Charles E. Wite se enteró quedó muy impresionado y prometió a sí mismo que intentaría dar con un sistema verás, fiable y capaz de identificar el arma utilizada en un crimen mediante el estudio realizado por la balística.
Fue así como inició a visitar las fábricas de armas más importantes de los Estados Unidos y luego las Europeas, solicitando datos exactos de las características de las armas que fabricaban.
En el año de 1923, después de cuatro años de viajes e intenso trabajo descubrió que no había ni un solo modelo que fuera exactamente igual a otro: había diferencias en los calibres; el número de registro; el tipo de estrías, las que a su vez podían estar orientadas a la derecha o la izquierda; la distancia entre campos y sus ángulos, todos eran distintos.
Seguidamente, Waite realizó una especie de catálogo técnico con la mayoría de las armas que existían en esa época; recogiendo los caracteres de clase. Estas, son características comunes de todas las armas de la misma clase, tipo, marca y modelo, entre otras. Sin embargo no bastaba únicamente con esto. Faltaba entonces encontrar los caracteres individuales del arma, es decir las características exclusivas de cada arma sometida a estudio, sin tener en cuenta los de clase.
Estas lesiones que origina el arma en la munición, son causadas por las huellas que las herramientas le dejan durante el proceso de fabricación; las adquiere a causa del uso, o por defecto de fabricación. Esto es precisamente lo que permite diferenciar dos armas del mismo tipo, marca y modelo.
La solución a este problema la encontró Waite observando el proceso de fabricación del cañón de una pistola. Éste es fabricado y pulido en un bloque cilíndrico de acero, al que mediante una cortadora automática, procede a labrar en él las estrías. Aunque en este proceso se utilizan máquinas de gran calidad y precisión, durante el mismo hay que interrumpir frecuentemente el trabajo para afilar las cuchillas de las maquinas. Al observar en el microscopio el filo de la cuchilla de una cortadora, se notaría que este no es recto, sino dentado, por tanto el orden y la medida son definitivamente distintos en cada filo. Esto produce cambios cada vez que son afilados, los cuales luego podrán ser observados en cada una de las estrías.
Si a todo esto se le suma la acción abrasiva, causada por las virutas de acero que se producen en el proceso y que la cortadora empuja a lo largo del interior del cañón durante la fabricación del mismo, nos dará como resultado en cada arma unas características que no se repetirán jamás.
Así también, si tomamos en cuenta que la bala al pasar por el ánima del cañón sufre dos tipos de lesiones: las primeras causadas por las estrías del ánima, que en la bala se convertirán en campos, y las segundas causadas por los campos del ánima, que darán como resultado las estrías en la bala, podemos llegar a decir que la bala, después de recorrer el ánima del cañón, se convierte en el negativo de éste.
Waite avanzaba poco a poco, lo cual para muchos fue considerado un proceso lento, pero por el camino correcto. Al darse cuenta del desarrollo de las investigaciones, se le unieron el físico John H. Fisher y el químico y gran especialista en microfotografía Philipp O. Gravelle. Gracias a esta unión nació en Nueva York el primer instituto de balística forense del mundo Bureau of Forensic Ballistics. El gran salto se había dado.
“Fisher aportó a la investigación dos grandes inventos, el primero de ellos desarrollado basándose en la idea del Citoscopio médico, construyó un aparato que servía para ver con todo detalle el interior del cañón de un arma de fuego. Dando lugar al nacimiento del Helixómetro” (Jimenez, Balistica forense inicio)
Otra de las aportaciones fue un nuevo microscopio calibrador con una mayor precisión que el fabricado anteriormente por Poser, y que permitía medir con muchísima más precisión los campos intermedios, las estrías, y la orientación de las mismas.
Con éste nuevo microscopio, Gravelle pudo observar gran cantidad de proyectiles disparados por distintas armas de un mismo modelo. Pero deseaba perfeccionar el método, ya que para comparar un proyectil con otro; había que observarlos por separado lo cual suponía mayor imprecisión que cuando eran examinándolos a la vez.
Fue en este intento por mejorar la observación, como Gravelle le daría a la balística uno de los fundamentos científicos más importantes. Recopilando, dos de los microscopios calibradores y uniéndolos mediante un dispositivo óptico, se podían observar dos proyectiles juntos superponiéndolos en una sola imagen y lograr que ambas giraran de manera que se pudieran comprobar las coincidencias y diferencias que hubiera en las mismas. El microscopio comparativo de Gravelle constituyo un notable avance.
La constante investigación científica motivo al Dr. Calvin Godarte a unirse al equipo de Waite que al poco tiempo de manejar el microscopio comparativo, se convirtió en un experto en distinguir si una bala extraída (dubitada) y una testigo habían sido disparadas por la misma arma. Goddart siguiendo el camino que había iniciado el profesor Balthazard, se dedicó a la observación del culote de las vainas disparadas, pudiendo determinar si las lesiones producidas por las máquinas empleadas en la fabricación de la aguja percutora o del bloque de cierre del arma que había realizado el disparo, coincidían con las lesiones que aparecían en el culote de la vaina empleada.
“Fue hasta el años de 1927, que Calvin Godarte, dio a conocer el microscopio comparativo inventado por Gravelle, cuando realizó con él un dictamen modélico en la historia de la Balística Forense”(Moreno, Evolución científica de la criminalística)
Las investigaciones han evolucionado y teniendo en cuenta las aportaciones iniciales y los principios de la criminalística, se establece que todo instrumento mecánico o físico al incidir con presión sobre una superficie, la más dura deja sobre la más blanda su impronta o huella de clase y de identidad; lo que permite identificar también la herramienta en particular.
Con la ayuda del desarrollo de nuevas técnicas y avances tecnológicos e instrumentos más sofisticados; han ido centrándose en la actualidad en el estudio de las marcas de herramientas y se ha denominado “Tool-mark” (Jiménez,, Balística Forense Inicios)
Estas marcas son únicas y reproducibles, confirmándose este principio durante décadas con numerosos estudios.
Los sistemas más novedosos tecnológicamente en la actualidad, permiten el examen digital balístico, utilizando incluso imágenes de proyectiles y casquillos, en tres dimensiones. Este sistema permite escanear mediante un láser a través de un interferómetro de aplicaciones específicas, y generar imágenes de alta resolución en tres dimensiones, las cuales permiten ser examinadas con mayor precisión y las garantías necesarias que requiere una evidencia física para un informe en menor tiempo y con menor margen de error. Este sistema permite analizarlas por medio de colorización topográfica sensible, movimiento de las fuentes de luz, la orientación.
La balística forense desde sus inicios ha ido evolucionando. Esto implica el uso de los avances tecnológicos y nuevos instrumentos, útiles en un análisis, descubrimiento y comparación de nuevas evidencias de una forma veraz y convincente.
Los principios criminalísticos que utiliza son de dos tipos. Los de clase; que son similares a todos los de un mismo modelo. Y los individuales, que separan a un arma de otras de sus mismas características. Esto se describe a continuación.
Referencias:
-Jiménez Ortiz José, Balística Forense Inicios, Artículo, Pág. 10 -Jiménez Ortiz José, Balística Forense Inicios, Artículo, Pág. 11 -Moreno González, Luís Rafael, Evolución científica de la criminalística, Pág. 9