Los jóvenes son discriminados en diferentes ámbitos, por ejemplo, en el ámbito laboral, la mayoría de los empleos indican como requisitos que no se tengan perforaciones, tatuajes, cabello largo en los hombres, que no provengan de escuelas públicas.
De la misma forma, en algunos centros comerciales, como Perisur y Santa Fe, se ha observado que existe una gran discriminación hacia los jóvenes que van en grupo, sobre todo si pueden ser identificados como punks o cholos, o que pertenecen a alguna clase social baja; de inmediato son detenidos y expulsados del centro debido a que se les considera proclives a cometer algún robo en las tiendas o daños dentro del inmueble.
La no aceptación y poca tolerancia hacia los grupos restringidos, como los punks de la ciudad de México, marcan un intento de segregar y eliminar cierto tipo de prácticas culturales propias de micro universos sociales.
Las formas del habla relacionadas con la acentuación, la velocidad y la rítmica marcan un sentido de identidad y de procedencia, ya que la propia geografía del país ha permitido diferenciar a sus habitantes en centro, norte y sur. Baste con escuchar alguno para notar las diferencias culturales que no sólo pondrán en evidencia las formas que adoptará el segregacionismo que se practica en México, sino que marcarán fronteras, a manera de límites entre diversos rasgos identitarios característicos de una u otra región del país. Los jóvenes no sólo son discriminados por el resto de la sociedad, sino también por otros jóvenes que no comparten ciertas características o rasgos físicos, culturales, sociales o religiosos.
En nuestro país, los jóvenes han sido un sector de la población marginado en todos los aspectos. El hecho de que su comportamiento, sus expresiones o su rebeldía no sean tolerados por la sociedad los ha llevado a expresarse de diferentes maneras, principalmente por medio de manifestaciones artísticas, por ejemplo el graffiti, la pintura y la música. Pero no solamente al hablar de jóvenes se alude a aquéllos que pertenecen a alguna expresión juvenil como los punk, cholos, etc; es decir, no se trata de generalizar, sino también se habla de todos aquéllos que son excluidos y discriminados solamente por su condición de joven, por su condición social, el sexo, el color de la piel, la religión, el estado civil, las orientaciones sexuales, el nivel educativo y el tipo de escuela (si es privada o pública), la ocupación, los gustos musicales, los gustos en el vestir, etcétera.
Debido a que el problema de época no es el proceso de cambio social, sino el de exclusión y la discriminación con que dichas transformaciones operan a nivel de las nuevas generaciones, las aspiraciones de ascenso en la escala social se ven socavadas por la crisis y la reconversión de los mercados y el progresivo deterioro de la calidad y el prestigio social que brinda la educación formal. Ser joven y tener un título ya no son condiciones que garanticen un camino de progreso.
Los nuevos usos tecnológicos y las restricciones de calificación que presenta el mercado de trabajo afectan de manera especial a los jóvenes. Lejos está el sistema educativo de poder brindar salidas profesionales de acceso universal en favor de las nuevas generaciones.
El empleo, aunque informal o precario, es en general escaso y de acceso privilegiado; pero mucho más improbables y restrictivos son todavía los ámbitos ocupacionales capaces de brindar un ingreso digno, estabilidad laboral, formación profesional y desarrollo personal para los jóvenes.
Para muchos adolescentes y jóvenes, la mendicidad, las actividades ilegales y el desaliento social constituyen verdaderas estrategias de vida y únicas opciones de realización personal y colectiva en un contexto económico y cultural cada vez más hostil para determinados perfiles sociales.
Estos y otros elementos hacen que al referirnos a los jóvenes se haga especial mención a la exclusión social, vista como una manifestación de la violencia. Ser joven ya no forma parte de un imaginario de prosperidad social o progreso personal, sino que constituye una condición que muy probablemente deriva en una nueva forma de marginalidad e injusticia, ya que viola el derecho a una vida digna.
Estos jóvenes deben afrontar el desaliento o la imposibilidad de estudiar; a la vez que deben responder a la presión de proveer ingresos familiares o asumir responsabilidades domésticas.
De esta manera, sin trabajo, sin redes de contención, sin las habilitaciones educativas y sociales exigidas por el mercado ni oportunidades para obtenerlas, estos jóvenes quedan fuera de la sociedad formal y se refugian en las estructuras invisibles de la pobreza y la marginalidad. Finalmente, tanto el mercado como el orden social oficial sospecha de ellos, los persiguen y los juzgan, ejerciendo violencia contra su persona y su identidad, etiquetándolos en el mayor de los casos como posibles delincuentes o delincuentes.
Al respecto, parece pertinente destacar que tanto las aspiraciones como las posibilidades de integración de los jóvenes de hoy —igual que para otros sectores— se ven socavadas por un proceso más general de exclusión y desigualdad cuyos componentes fundamentales merecen ser precisados:
1. Escasez de las oportunidades de empleo, los cambios que experimentan las relaciones laborales y de mercado, y su impacto sobre los ingresos, las condiciones de trabajo y la seguridad social.
2. La fragilidad de las redes sociales de contención, reciprocidad y protección, con referencia específica al cambio de rol de las instituciones del Estado responsables de la provisión de servicios sociales, los cambios en la configuración familiar, los procesos de desintegración de las redes barriales.
3. El creciente predominio de símbolos y reglas de discriminación, segregación e inhabilitación que definen en forma desigual la estructura de oportunidades, éxitos y fracasos sociales.
Pero estos argumentos no sólo permiten caracterizar más concretamente la actual problemática juvenil, sino que también deben servirnos para reflexionar sobre cuál va a ser el futuro próximo de estas generaciones y de sus descendientes, igual o mayormente enfrentados a ambientes institucionales, familiares y comunitarios de exclusión.
Como puede observarse, existe una situación de vulnerabilidad sobre los jóvenes, aunado a ello se encuentran turbulentas condiciones socioeconómicas en varios países, lo que ocasiona una gran tensión entre los jóvenes, agravando directamente los procesos de integración social, y en algunas situaciones fomentando el aumento de la violencia y la criminalidad.
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